Ño Venancio
Según viejas leyendas existió en Margarita, en épocas muy remotas, un tal Ño Venancio que tenía poderes sobrenaturales tremendísimos; tantos y tan raros que no se sabía si le venían de los de Dios o de los del diablo, pero que le servían para todo lo bueno y para todo lo malo.
El tal Ño Venancio y que era un "entreverao", o a mejor decir, "zambo amulatao", que nunca cogió carne porque sus poderes no se lo permitían, pero que tenía una fuerza desastrosa tanto en los músculos como en la mente, que nadie podía competir con él, porque a todo el mundo vencía, cuando no de una manera de otra.
Que al tal Ño Venancio no se le conoció más familia que un zamuro y una burra tan mañosos como él, ni se supo nunca de dónde llegó, pero que fue tan trabajador y tan sortario que en poco tiempo hizo fortuna, tanto en las aguas de la mar como en tierra. Que tuvo rancherías de pesca, barcos, conucos y huertas en producción; que sus trabajos los hacía ayudado de peones y que mediante sus poderes los cuidaba solo y sin preocupaciones. Es decir, que estando en la mar sabía lo que le estaba sucediendo en tierra o si estaba en tierra adivinaba lo que le estaba pasando a sus barcos en la mar. De allí que nadie podía engañarlo ni quitarle lo que tenía.
Se comentaba también que esos poderes los ejercía mediante oraciones que tenía de devoción y que en todo momento las ponía en práctica. Que su cuerpo lo cargaba cruzado de reliquias, escapularios y amuletos de todas clases que él mismo elaboraba y "preparaba" misteriosamente. Que por eso sus huertas y conucos los mantenía cercados con árboles sagrados, especialmente con olivos y piñones, que cuidaba como las palmas de sus manos, las niñas de sus ojos y los tímpanos de sus oídos. Que no dejaba que nadie le tocara ni una hoja y que cuando era necesidad de podarlos o desmontarlos lo hacía personalmente sin permitir, ni que los de su mayor confianza intervinieran en el trabajo.
Se decía asimismo, que los que se metían a sus rancherías, a sus barcos o a sus conucos y huertas sin su consentimiento, encontraban fácilmente por dónde entrar, pero por más que buscaran no conseguían por dónde salir, y que allí los hallaba como unos mismos "penduchos" dando vueltas, a la hora que él llegara, así fuera uno o más días que estuviera sin regresar. Se aseguraba que en una ocasión, hubo una persona que era muy incrédula, esdrogadora" y porfiada, que sostenía, que todas ésas eran habladurías. Que esa persona por probar lo que decía se metió en uno de los conucos de Ño Venancio y cortó un racimo de plátano hermosísimo y se lo echó al hombro, y cuando trató de salir no encontró la puerta ni sitio por dónde hacerlo, ni siquiera pudo abrir un boquete a pesar de que cargaba un machete muy bien amolado, y allí estuvo dando vueltas y más vueltas que una mula entrapichada"; tantas y tan públicas que todo el que pasaba lo miraba y lo chillaba, pero él no encontraba ni veía por dónde salir.
Y así permaneció tanto tiempo que hasta el racimo empezó a madurársele encima, sin poder ni siquiera ponerlo en el suelo, hasta que se apareció el tal Ño Venancio y lo encontró, y cuando todo el mundo creía que lo iría a matar o a mandar a poner preso, lo que hizo fue llamar a la gente del pueblo para que vieran la gracia. Le quitó el racimo del hombro, le hizo volver todas sus, facultades y lo echó para afuera
diciéndole simplemente: ¿crees o no crees ahora en los poderes de Ño Venancio pendejito? El racimo lo colgó en lo alto de una mata, donde se secó totalmente sin que se pudriera ni lo picaran los pajaritos porque había recibido toda la fuerza de los secretos. Y el atrevido entró en una congoja que a los pocos días le causó la muerte. Desde entonces, nadie más se atrevió a meterse, ni por juguete, en las posesiones de Ño Venancio.
Autor José Joaquín Salazar Franco "Cheguaco" - Fuente: www.cheguaco.org
Autor José Joaquín Salazar Franco "Cheguaco" - Fuente: www.cheguaco.org
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