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domingo, 8 de junio de 2014

SIRENAS, SIRENOS Y CIUDADES ENCANTADAS EN EL ORINOCO

Existen muchas historias que atestiguan sobre los inexpugnables secretos que esconde el río Orinoco.  Estos misterios recorren, con el río, sus 2.140 kilómetros: desde las tierras altas de la Amazonía venezolana, donde nace en la Sierra Parima, hasta su desembocadura en el Delta del Orinoco  a los pies de los indios waraos o guaraos  que le han dado su nombre.  En el idioma warao, “Orinoco” significa “tejido de agua”, en alusión a los caños que se mezclan simulando una especie de malla.
Aguas arriba y muy cerca de Soledad, ciudad que separada por el Orinoco  se mira frente a frente con Ciudad Bolívar, desemboca el río Caris, donde aseguran que vive una bella mujer, mitad humano, mitad pez, a la que han puesto por nombre “la Carona”.  Ella puede proveer de buena pesca a los hombres por los que se siente atraída, o bien puede matarlos de miedo volteándoles la embarcación.
En el alto Orinoco, sus habitantes pueden dar fe sobre ciudades misteriosas, escondidas en las profundidades del río o lagunas, donde son llevados los pescadores encantados por las sirenas. Muchos creen que son las toninas que se transforman en sirena, o en algunos casos también en sireno, porque a veces, y sobre todo cuando algún pueblo está de fiesta, se ha sabido que las enamoradizas toninas macho, convirtiéndose en atractivos galanes, han logrado seducir a las mujeres más hermosas y llevarlas al río.   
Los indios Pemones, quienes conocen todos los secretos de la naturaleza, ya lo sabían desde los tiempos más remotos. La sirena se llama Tuenkaron y es la hija de Rato, el que reina sobre todas las aguas. De larguísima cabellera, habita en los pozos más profundos y se vale de los remolinos para castigar a quien se atreve a ingresar a su hábitat sin el debido respeto.  
También los pobladores de las riberas del río Amazonas conocen sobre una ciudad, llamada “El Encanto”, donde las toninas llevan a quienes enamoran, hombre o mujer. Incluso hay testimonios de personas que cuentan haber vivido entre seres acuáticos, para luego ser devueltos, desnudas, en otros lugares distintos a donde habían desparecido y se les había dado por muertas.
Y volviendo al Orinoco, en su zona más estrecha, entre Ciudad Bolívar y Soledad, se puede ver una extraña piedra, la cual fue llamada “Orinocómetro” por Alejandro Humbolt.  Se dice que debajo de ella viven monstruos que hacen desaparecer embarcaciones, con sus pasajeros incluidos;  aparentemente está documentado que, en la década de los años cincuenta, el fenómeno fue estudiado por el Instituto Oceánico de la UDO a través de sondas ultrasónicas.  Esta investigación llego a determinar que  justo debajo de la piedra existe un hueco, en forma de embudo, con la increíble profundidad de 150 metros por debajo del nivel del mar.


sábado, 29 de junio de 2013

JOSÉ JOAQUÍN SALAZAR FRANCO "CHEGUACO"

José Joaquín Salazar Franco, mejor conocido como "Cheguaco", nació el 27 de julio de 1926  en Tacarigua, un pueblo tan lindo y tan típico como todos los de la Isla Margarita, pero con la particularidad de que cuando uno pasa por ahí se le alegra el corazón, quizás porque el espíritu de "Cheguaco" sale a saludar. 

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Con tan sólo trece de años de edad comenzó a escribir en un periódico de Santa Ana llamado Presagios: "allí empecé a interesarme por escribir las cosas más sencillas de la vida como su historia y su folklore", dijo "Cheguaco".
Desde muy pequeño, como todos los habitantes de aquellos pueblos, fue agricultor, así como también vendedor de las arepas, empanadas y chorizos que elaboraba su tía.
La sequía y la pobreza lo hizo abandonar su amada tierra natal e irse para El Tigre (Estado Anzoátegui) a engrosar la lista de los empleados petroleros, industria ya en auge para la época; allí empezó su vida de dirigente sindical, espíritu que nunca abandonó. Pero "Quise ser algún día un repartidor de riqueza y me estaba convirtiendo en un cosechador de esperanzas proletarias", escribió, así que este poeta del pueblo, con tan sólo sexto grado de educación formal y graduado summa cum laude en la universidad de la vida, retorno a Tacarigua.
Escribió numerosos libros, muchos de los cuales han sido editados luego de su desaparición física.  Trascendió a otra dimensión el día 30 de octubre del año 2000. Hoy, sus hijos, a través de la Fundación Cheguaco velan por mantener viva su obra. 


Fuente: www.cheguaco.org

LOS GUAJIROS

Los Guajiros son el grupo más numeroso de indígenas venezolanos. Viven en la Península Guajira, territorio compartido con Colombia.

Ellos son de raza arawaca y se autodenominan "waiú", que quiere decir "gente", mientras que a los que no son indígenas les llaman "arijuna" que se traduce como "extranjero".

La Guajira es una tierra muy seca, casi desértica; sólo llueve entre los meses de septiembre y noviembre, época esperada con gran gran ansia para sembrar el maíz y los frijoles, pero a veces ni eso.

Pero ellos son un pueblo bravo y  orgulloso de su raza; a pesar de que ya muchos viven en ciudades pobladas mayormente por "arijunas", luchan valientemente  por mantener sus tradiciones. 

La sociedad guajira se agrupa de acuerdo a su descendencia materna; así, el protector y representante del niño no es su padre, sino el hermano mayor de su madre, del cual será heredero cuando éste muera. 

Una de sus fiestas típicas es la "yonna", que se celebra cuando una muchacha se ha convertido en señorita o "majayura" y, luego de una largo encierro sin poder ver a ningún hombre y una vez que ha aprendido a hilar y tejer, sale nuevamente a la luz hecha mujer y puede ser pretendida en matrimonio. 

Para bailar la yonna se forma un círculo: un hombre sale al centro e invita a bailar a una mujer, que intentará tumbarlo al suelo pisándolo. Cuando esto sucede, luego de risas y celebraciones, una nueva pareja sale al ruedo.


Al morir un guajiro, los parientes lo lavan y visten con sus mejores ropas y joyas, colocándolo en una hamaca para ser velado. Las mujeres, cubierto el rostro con sus mantas, se alternan para llorarlo en una especie de largo quejido. Luego se reparte carne y licor a los presentes durante varios días, hasta que finalmente es enterrado.

Pero los guajiros no mueren; su espíritu se va a vivir a las montañas y desde allí se comunicará con sus familiares a través de los sueños.

Y allá arriba, encima de las nubes, está Ziruma, el cielo, desde donde Maleiwa, el buen espíritu que ha creado el agua, la tierra y todo lo que existe, cuida a los guajiros para que no sucumban a la sed y su cultura siga viva.  


Fuente: Biblioteca de trabajo venezolana
Video:   Youtube - Canal de lapislazuliperiodico 

LEYENDA DE ÑO VENANCIO

Ño Venancio 

Según viejas leyendas existió en Margarita, en épocas muy remotas, un tal Ño Venancio que tenía poderes sobrenaturales tremendísimos; tantos y tan raros que no se sabía si le venían de los de Dios o de los del diablo, pero que le servían para todo lo bueno y para todo lo malo. 
El tal Ño Venancio y que era un "entreverao", o a mejor decir, "zambo amulatao", que nunca cogió carne porque sus poderes no se lo permitían, pero que tenía una fuerza desastrosa tanto en los músculos como en la mente, que nadie podía competir con él, porque a todo el mundo vencía, cuando no de una manera de otra. 
Que al tal Ño Venancio no se le conoció más familia que un zamuro y una burra tan mañosos como él, ni se supo nunca de dónde llegó, pero que fue tan trabajador y tan sortario que en poco tiempo hizo fortuna, tanto en las aguas de la mar como en tierra. Que tuvo rancherías de pesca, barcos, conucos y huertas en producción; que sus trabajos los hacía ayudado de peones y que mediante sus poderes los cuidaba solo y sin preocupaciones. Es decir, que estando en la mar sabía lo que le estaba sucediendo en tierra o si estaba en tierra adivinaba lo que le estaba pasando a sus barcos en la mar. De allí que nadie podía engañarlo ni quitarle lo que tenía. 
Se comentaba también que esos poderes los ejercía mediante oraciones que tenía de devoción y que en todo momento las ponía en práctica. Que su cuerpo lo cargaba cruzado de reliquias, escapularios y amuletos de todas clases que él mismo elaboraba y "preparaba" misteriosamente. Que por eso sus huertas y conucos los mantenía cercados con árboles sagrados, especialmente con olivos y piñones, que cuidaba como las palmas de sus manos, las niñas de sus ojos y los tímpanos de sus oídos. Que no dejaba que nadie le tocara ni una hoja y que cuando era necesidad de podarlos o desmontarlos lo hacía personalmente sin permitir, ni que los de su mayor confianza intervinieran en el trabajo. 
Se decía asimismo, que los que se metían a sus rancherías, a sus barcos o a sus conucos y huertas sin su consentimiento, encontraban fácilmente por dónde entrar, pero por más que buscaran no conseguían por dónde salir, y que allí los hallaba como unos mismos "penduchos" dando vueltas, a la hora que él llegara, así fuera uno o más días que estuviera sin regresar. Se aseguraba que en una ocasión, hubo una persona que era muy incrédula, esdrogadora" y porfiada, que sostenía, que todas ésas eran habladurías. Que esa persona por probar lo que decía se metió en uno de los conucos de Ño Venancio y cortó un racimo de plátano hermosísimo y se lo echó al hombro, y cuando trató de salir no encontró la puerta ni sitio por dónde hacerlo, ni siquiera pudo abrir un boquete a pesar de que cargaba un machete muy bien amolado, y allí estuvo dando vueltas y más vueltas que una mula entrapichada"; tantas y tan públicas que todo el que pasaba lo miraba y lo chillaba, pero él no encontraba ni veía por dónde salir. 
Y así permaneció tanto tiempo que hasta el racimo empezó a madurársele encima, sin poder ni siquiera ponerlo en el suelo, hasta que se apareció el tal Ño Venancio y lo encontró, y cuando todo el mundo creía que lo iría a matar o a mandar a poner preso, lo que hizo fue llamar a la gente del pueblo para que vieran la gracia. Le quitó el racimo del hombro, le hizo volver todas sus, facultades y lo echó para afuera 
diciéndole simplemente: ¿crees o no crees ahora en los poderes de Ño Venancio pendejito? El racimo lo colgó en lo alto de una mata, donde se secó totalmente sin que se pudriera ni lo picaran los pajaritos porque había recibido toda la fuerza de los secretos. Y el atrevido entró en una congoja que a los pocos días le causó la muerte. Desde entonces, nadie más se atrevió a meterse, ni por juguete, en las posesiones de Ño Venancio.

Autor José Joaquín Salazar Franco "Cheguaco" - Fuente: www.cheguaco.org